Él tocaba la guitarra en Callao. Todos los días, después de desayunar, a eso de las diez y hasta las dos mas o menos, cuando le entraba el hambre. Después de comer otra vez y hasta que anochecía, cuando se iba, en verano a algún banco a dormir, en invierno a algún cajero a intentar descansar entre cartones.
Ella pasaba todas las mañanas por Callao, a eso de las once cuando él ya llevaba un par de canciones y no más de tres euros en el sombrero. Ella solía vestir vaqueros, camisa y algún que otro abrigo en invierno y botas. Era elegante, guapa y con una larga melena color azabache. Tenía pinta de abogada, economista, arquitecta o alguna otra profesión liberal y caminaba con paso firme sin mirar a los lados con las ideas claras sabiendo de donde venía y a donde iba.
Él, en cambio, sabía de donde venía pero no sabía a donde iba. Dependía del día, unos mejores, otros peores, nunca se sabía. Él era conocido en la Plaza de Callao, más de una vez había sido detenido por la policía. Ella en cambio, solamente los baldosines de la Plaza la reconocerían y la echarían de menos si un día no pasaba. Nadie extraña a quien no conoce.
A todas las monedas respondía con una sonrisa, un gracias, un beso al aire...nunca cayó una moneda de ella en su sombrero, nunca se cruzaron la mirada, nunca hubo un gracias ni mucho menos un beso.
Él un día dejo de tocar, la guitarra dejó de sonar, no apareció, se habría ido a otra plaza, se habría roto su medio de vida o simplemente la vida se cansó de él y él se cansó de la vida.
Ella en cambio siguió cruzando la Plaza con la mirada al frente y el paso firme, sin mirar atrás con las gafas de sol los días de sol, paraguas los dias de lluvia, y siempre con los cascos y el iPod,en el que seguramente sonaba las canciones que él si la hubiera conocido le hubiera gustado componer.
Ella sería la princesa de alguien y él era el vagabundo para la mayoría, y es que casi siempre la princesa y el vagabundo nunca acaban juntos.
ale a cuidarse!!!
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